Miedo a tomar una curva, a adelantar un coche, a circular por autopista o por cualquier espacio en el que resulte medianamente complicado frenar… son algunos de los síntomas de la “amaxofobia”, una patología que, pese a no ser muy conocida, afecta a cerca de un 33% de conductores. Aunque sus síntomas y orígenes dependen de cada persona, suele darse un desencadenante que pone de manifiesto el comienzo del trastorno: una crisis aguda de ansiedad a la que en ocasiones sucede un ataque de pánico.
En cifras, según los datos derivados de la encuesta realizada por el Instituto Mapfre de Seguridad Vial (2005) y los aportados por la web, aproximadamente 15.000 personas pueden estar severamente afectadas por esta fobia. La mayoría son mujeres (un 87,50%) aunque también está presente, en un porcentaje menor y a una edad que suele ser más tardía, en los hombres (12,50%).
¿Qué pueden hacer los Centros de Reconocimiento para ayudar a solucionar este problema? De una u otra forma, casi todos los que han conducido han padecido en mayor o menor grado un cierto miedo a conducir, bien al principio, al quedarse solos por primera vez, bien por situaciones traumáticas sufridas en el tráfico, o simple y llanamente porque un día surge. Se puede superar, pero requiere tratamiento y tenacidad, y desde luego no siempre es fácil. Por ello, cabría pensar en cómo los Centros Médicos podrían ayudar a detectar este tipo de trastornos en su fase más precoz, mediante la utilización de exámenes psicológicos específicos. No hay que olvidar que, aparte del malestar que genera a los propios afectados, este tipo de conductores pueden causar problemas en el tráfico, entorpecer la circulación y llegar a producir accidentes.
Las personas que padecen amaxofobia, suelen tener, además, pensamientos catastrofistas sobre lo que podría haber ocurrido en el caso de padecer un ataque de ansiedad mientras estaban conduciendo, por lo que cada vez se sienten más incapaces de soportarlo. Así, su forma de reaccionar suele responder a dos modelos: o restringir las vías por las que circulan o directamente abandonar la conducción, bien de un modo paulatino o bien de una forma radical. Si nos centramos en el momento de aparición del trastorno, podemos englobar en tres categorías a los afectados:
De un lado están aquellas personas que acaban de obtener el carnet (suponen aproximadamente un 25% de los que padecen amaxofobia) y que cuando intentan volver a conducir solos se ponen realmente nerviosos y terminan por dejarlo. En su caso aparece una ‘obsesiva’ preocupación por los demás y no soportan sentirse juzgados por los otros usuarios de la vía.
Por otro lado está el grupo mayoritario (cerca de un 60%), que paradójicamente es gente que lleva más de 5 años al volante y cuyas crisis suelen coincidir con algún tipo de estrés en su vida, por lo que acaban desarrollando síntomas de ansiedad al conducir. En una primera etapa desarrollan cierta conducta de evitación para no pasar por el lugar en el que sufrieron la crisis y temen los lugares en los que parar sea complicado. En una segunda fase la inquietud es tal, que terminan por padecer una ansiedad anticipatoria al hecho de conducir.
Por último, están aquellas personas que han sufrido una experiencia traumática al volante, incluso aunque no fueran ellos los que conducían. Se instaura en ellos el denominado “Estrés Postraumático’”, y cuando se encuentran ante una situación parecida a la del accidente, suele activarse una respuesta inmediatamente en forma de ansiedad que genera el miedo a que aquella situación pueda volver a darse.
Cabe tener en cuenta que no todas las personas sometidas a situaciones estresantes van a sufrir trastornos fóbicos. Existen también una serie de características personales que suelen repetirse y que también influyen, tales como antecedentes de trastornos de ansiedad y depresión, edad, fragilidad emocional, baja autoestima, alto nivel de auto exigencia…Con todo, la amaxofobia se puede superar.
La colaboración entre los Centros de Reconocimiento de Conductores y organismos y empresas como, por ejemplo, las autoescuelas, pueden ser de gran utilidad, tanto para el diagnóstico de la amaxofobia como para su tratamiento y corrección gracias a iniciativas como cursos de reinserción a la conducción.
Eso sí, hay que tener presente que se trata de una fobia vinculada a un hecho en el que existe un riesgo real, el tráfico es peligroso, por lo que curarse requiere su tiempo, no es una recuperación rápida. Como sucede con todas las fobias, la terapia más eficaz es la de exposición, enfrentarse a aquello que nos provoca miedo, que en este caso es volver a conducir. Se trata de volver a hacerlo muy poco a poco, progresivamente, cambiando las asociaciones catastrofistas, analizando las ideas negativas y trabajando de lo que menos miedo nos da lo que más.