Expertos consultados por DM desmontan algunos mitos y errores de la alimentación de los españoles.
Como país de la cuenca mediterránea, España debería ajustarse al patrón dietético propio de la zona. Sin embargo, las recientes cifras de obesidad y de sobrepeso muestran que algo está fallando. Para descubrir de qué se trata, la Fundación Española del Corazón (FEC) ha presentado en Madrid los resultados de Mitos y Errores en Alimentación en la población española, un estudio realizado con la participación de 500 personas por encima de los 40 años. “A partir de esa edad comienza la vulnerabilidad de padecer una enfermedad cardiovascular. De hecho, un tercio de los encuestados ya tenía algún factor de riesgo”, ha dicho Carlos Macaya, presidente de la FEC.
La encuesta ha destacado que el 83 por ciento de la población sabe que el pescado azul es fuente de omega-3, pero sólo el 47 lo asocia con beneficios cardiovasculares. Las costumbres preocupan, puesto que este grupo muestra un bajo consumo de pescado azul, de verdura y un exceso de azúcar.
Otros expertos consultados por DM coinciden: los españoles se alejan de la dieta mediterránea, por más que el estudio Predimed haya constatado que previene la patología cardiovascular. Es necesario educar a la sociedad en que se trata más de una cuestión de calidad de los ingredientes para que elijan con conocimiento.
“Somos el país que menos sigue el patrón mediterráneo”, ha explicado a DMIris de Luna, del Servicio de Endocrinología del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid. María Elisa Calle, coordinadora del Programa de Alimentación y Salud de la FEC, ha añadido que en España las raciones son más grandes que en el resto de Europa, “sobre todo de alimentos con más cantidad de grasa o de proteína animal”. No obstante, Calle ha dicho que “mucha gente considera que una dieta sana contiene fruta y verdura, lo cual es un error. Una dieta correcta incluye cereales integrales, legumbres, aceite de oliva, pescados, carnes, sobre todo blancas, y frutos secos”.
Tendencia en la red
También hay que tener en cuenta que internet, cuando no algún gurú, inspira a aquellos en busca de un estilo saludable de vida, de curar patologías o de perder peso con ideas curativas pero sin evidencia científica y que han dado en llamarse clean eating.
Así lo explica Sophie Medlin, del King’s College de Londres: “Aún hay quien no entiende por qué médicos y nutricionistas están en contra del fenómeno clean eating, cuando hay gente que desayuna hamburguesas y la obesidad sigue creciendo. Sin embargo, si consideramos los fundamentos de este fenómeno (ver cuadro) como la promoción de estilos de vida restrictivos y sin evidencia, que demonizan los alimentos básicos y que lleva a sus seguidores a sentirse avergonzados si no eliminan los alimentos impuros, es fácil comprender el por qué de la reticencia de los profesionales”.
Modas hay para todos los gustos. Algunas profetizan la salud comiendo solo alimentos crudos. De Luna ha explicado que cocinar los alimentos hace que sean más digeribles, que se aprovechen mejor y garantiza su seguridad microbiológica.
Otra tendencia arraigada es eliminar el gluten sin ser celiaco o la leche sin ser intolerante a la lactosa. Clotilde Vázquez, jefe del Servicio de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz, se ha mostrado preocupada “por los pacientes que acuden a un nutricionista por molestias digestivas inespecíficas y, pese a que las pruebas sean negativas, les quitan el gluten”. En su opinión, parte de esas dispepsias se deben a que la sociedad come deprisa, se ingiere aire y hay un alto nivel de estrés.
De Luna ha añadido que retirar el gluten requiere siempre un diagnóstico de celiaquía, de alergia al trigo o de sensibilidad al gluten no celiaco. “Eliminarlo sin necesidad produce una dieta nutricionalmente incompleta y poco variada. No hay que demonizar un único elemento ni confundir una dieta exenta de gluten con una baja en calorías”.
Vázquez y De Luna coinciden en que la edad reduce la capacidad de digerir la lactasa, aunque en algunas ocasiones puede ser pasajera y no impide la ingesta de lácteos fermentados. Generalmente, seg˙n Vázquez, reduciendo el estrés, enseñando a comer, higienizando el comportamiento alimentario y con la ayuda de probióticos, la inmensa mayorÌa de las supuestas intolerancias al gluten, a la lactosa y a otros componentes desaparecen.