En la salud intestinal tan importante como la dieta es masticar bien, una buena conservación de alimentos y los horarios de las comidas. La combinación de ambos aspectos – lo que se come y cómo se come- favorece la prevención de las enfermedades intestinales.
Coincidiendo con la celebración del Día Mundial de la Salud Digestiva, este año dedicado a la dieta y el intestino, la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) hace hincapié en la estrecha relación entre lo que comemos, cómo lo comemos y el desarrollo de síntomas gastrointestinales. Según los expertos del Aparato Digestivo, para mantener una buena salud intestinal se deben tener en cuenta tanto los hábitos saludables a la hora de comer como la dieta.
Comer bien no significa exclusivamente comer alimentos de calidad sino que implica seguir una serie de pautas relacionadas con hábitos de vida saludable que engloban: seguir un horario regular de comidas, masticar bien, y conservar y preparar correctamente los alimentos.
“Cuando existe relación entre lo que se come y el posterior desarrollo de síntomas gastrointestinales, se hace necesaria una dieta específica. Este es el caso de la enfermedad celíaca, las intolerancias alimentarias y las alergias digestivas o las dolencias intestinales como el síndrome del intestino irritable”, constata Francesc Casellas, especialista en Aparato Digestivo y experto de la FEAD.
Las intolerancias más frecuentes y prevalentes son la intolerancia a la lactosa y al gluten o enfermedad celíaca. La persona intolerante a la lactosa (azúcar de la leche) no produce suficiente cantidad del enzima lactasa, que permite la digestión de la lactosa, por lo que no puede metabolizar y absorber este ingrediente. También son muy prevalentes la intolerancia a edulcorantes como la fructosa o el sorbitol o a algunos aditivos utilizados en la conservación de los alimentos.
En la enfermedad celíaca, que afecta al 1% de la población, el consumo de alimentos que contienen gluten, una proteína presente en muchos en cereales como el trigo, el centeno, la cebada y la avena, se relaciona con la aparición de síntomas intestinales, e incluso extraintestinales. En los ˙últimos tiempos la mejora de la tecnología en las pruebas diagnósticas y un mayor conocimiento de los mecanismos desencadenados por el gluten, han permitido detectar otros trastornos relacionados con su consumo.
Los individuos con alergia presentan una reacción adversa o respuesta alterada del sistema inmunitario. Con las intolerancias, en cambio, ante la ingestión de un alimento o componente de un alimento, se produce una reacción adversa del propio metabolismo.
¿Intolerancia o alergia?
Desde el punto de vista las de los trastornos funcionales digestivos, es importante distinguir entre alergia e intolerancia y cómo afectan al organismo. Los individuos con alergia presentan una reacción adversa o respuesta alterada del sistema inmunitario ante la ingestión, de un alimento, o a un componente del mismo. El cuerpo desarrolla, entonces, “anticuerpos” llamados inmunoglobulina E (IgE). Un ejemplo de alergia alimentaria puede ser la alergia a las proteínas de la leche de vaca. En el caso de las intolerancias, en cambio, ante la ingestiÛn de un alimento o componente de un alimento, se produce una reacción adversa del propio metabolismo, sin participación del sistema inmunológico, que se debe a una incorrecta digestión, asimilación o aprovechamiento de alguna sustancia del alimento.